Aníbal Ortizpozo
Trazador de líneas de luz, es el oficio de nuestro talentoso artista andino, Oskar Olazo, creador de estelas lineales, como lo hacen cometas y aviones en los cielos del Cusco, su hábitat a más de 3400 metros de altura sobre el nivel del mar.
Oskar dibuja como en nuestra infancia, esgrimiendo la blanca tiza sobre el pizarrón, como en las fundaciones de nuestros orígenes dibujábamos para comunicarnos con las estrellas, desde el lenguaje de nuestros petroglifos. Como en la aridez de la tierra en Nazca, existen para maravillarnos los geoglifos con representaciones “geométricas sensibles” de la vida naciente, en los albores de ABIA YALA.
Si el arte es la representación simbólica de la realidad, resulta todo un desafío descodificar cuál es esa realidad que Olazo trasparenta y nos deja ver debajo de sus blancas líneas, de sus construcciones geométricas sensibles.
La poética o contenido de sus obras se encuentra atrapada entre la razón inteligente del perfeccionismo lineal de sus personajes y símbolos, y la emoción intuitiva del color que emerge de la profundidad del plano. Desde el punto de vista formal del estilo, en ocasiones su obra oscila entre la “figuración oculta”, y un surrealismo onírico con una clara intencionalidad crítica.
Más allá de las consideraciones técnicas y estilísticas de su original forma de expresión plástica, lo más importante es saber ¿qué nos quiere decir? con su obra. Personalmente, creo que él nos está hablando desde la profunda humanidad que lo habita. De lo espiritual como lo esencial y de otros cuestionamientos existenciales.
En síntesis, la poética de su obra pictórica está referida a lo trascendente en la construcción de humanidad.
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